Es una creencia muy corriente que la organización, o el «exceso de organización», puede minar la adaptabilidad a las innovaciones y la capacidad de iniciativa. Si eso ocurre, no es por la organización en sí, sino porque existe una mala organización. La buena organización tiene, precisamente, el efecto opuesto. La creatividad y la innovación, al igual que la libertad individual y política, no depende de que se amortigüe el influjo de la organización sino del desarrollo de instituciones del tipo de restricciones y de oportunidades que pueden permitirnos vivir y trabajar juntos armoniosamente (Elliott Jaques)